Saturday 9 June 2007

MARTES SANTO

Siempre he sabido más de la Cartuja y sus monjes que del Cristo de la Defensión. Recuerdo que mi padre se impresionaba con el porte sublime de esta imagen que fue encargada por el Capuchino Fray Buenaventura de Cádiz a José Estévez y Bonet. En 1795 tras sufrir un espantonso temporal en el Mar Mediterráneo que estuvo a punto de hacer naufragar el barco en el que viajaba, llegó a la Cartuja de Jerez, la Cartuja de la Defensión a través del río Guadalete y allí en los hornos de La Cartuja quedó depositado.
Luego se fundó la Hermandad en el Convento de Capuchinos antes habitado por los Benedictinos y los Carmelitas, que había sido creado en 1661.
Aquellos Capuchinos tuvieron derecho a una libra de pescado por cada carga que entraba en la ciudad, pero el Cristo de la Defensión siempre escoltado por trompetas y tambores militares tenía que pasar por delante del Hospicio Provincial que estaba en la calle Sevilla desde 1848, y es lo que más recuerdo de esta procesión.
Detrás de aquellos muros blancos y enimágticos resonaban los juegos de una chiquillería sin orígenes. Mientras mi padre se sobrecogía mirando al Crucificado, mis ojos exploraban los altos del Hospicio por si en sus cimas aparecía una cara de niño. Mi padre los llamaba pobrecitos.
Más adelante cuando tonificaba mis músculos jugando a "el guardia" o a "el marro", en lo que entonces me parecían inmensas aceras de el Mamelón, vi una vez a este Cristo junto a la estatua de San Juan Bautista de La Salle y me quedé... callado y hasta olvidé la pelota junto a aquella palmera que después tronchó unos ciclones que viví con temor y curiosidad a un tiempo.
Cuando he podido pocas veces he faltado a la salida del Cristo del Amor en la Iglesia de San Juan de los Caballeros, la del famoso ábside mudéjar. Cuando la gente se agolpaba en la calle Palma, me venía a la memoria la historia de esos caballeros que han logrado pasar a la leyenda. Dentro de la iglesia aún se conserva la Capilla de los Caballeros, donde en 1285 y con la propia sangre de sus venas dos caballeros notificaron al rey Sancho IV el cerco que había puesto a la ciudad el famoso rey moro Abn Yusuf.
En esa misma calle, en que vivió el fundador de la Cartuja de Jerez , Álvaro Obertos de Valeto, estará desfilando este Cristo rodeado de faroles encendidos y acompañado por San Juan, La Virgen, Las Marías Cleofás y Magdalena e incluso Salomé. Otros decían que había que verlo pasar por donde estuvo la imagen de la Virgen del Perdón allá por Carpintería Baja, pero yo siempre he preferido verlo al anochecer de vuelta por la calle Francos camino de su casa.
Alguien ha escrito que esta cofradía es la más desgraciada de Jerez porque en su iglesia hasta le cayó un rayo y destrozó el paso de palio de la Virgen de los Remedios. Y también es verdad que tuvo que suspender sus salidas entre 1943 y 1945, pero es cierto asimismo que la simpatía de sus cofrades es inmensa y bien que lo demostraron cuando en 1941, recién fundada, se fueron a la Alameda Vieja a cortar todo lirio viviente para adornar de flores al Cristo del Amor, así de sobrados estaban de ilusión, tanto como escasos de dinero.
Tuve un amigo que salió cuando niño en Los Judíos de San Mateo. Ya mayor me contaba las penalidades de aquel trance. Era un hombre con gracia y a pesar de que iba en las hileras de Nuestro Padre Jesús de las Penas, se tomó a broma sus propias incomodidades, lo que me ayudó más de una vez en el transcurso de mi enfermedad. Me explicó con todo detalle cómo le picaba la cabeza debajo del rojo capuchón y cómo las serpientes de sudor corrían entre sus pelos como si fueran ríos martirizantes. Más de una vez estuvo tentado de quitarse el capirote y rascarse a gusto, pero... la mirada anónima del Hermano Mayor detenía las urgencias de su brazo. Y también me contó el dolor de sus pies, cuando tras no sé cuantas horas se clavaban en las plantas esos cantos rodados de la Plaza del Mercado.
Es San Mateo uno de los rincones donde en cualquier momento puede rasgar el aire el son de una saeta. Allí las he vivido y las he recordado cuando estaba husmeando en sus archivos a la busca de la Primera Historia de Jerez escrita en letra gótica y en grandes pergaminos. Y allí las he sentido posarse como pájaros sobre el palio de la Virgen del Desconsuelo y San Juan, cuyas imágenes datan del siglo XVII. Allí en una de las parroquias más antiguas de Jerez es donde logré sentir el tirón de ese cordón umbilical invisible que une a los hombres con sus tierras de origen, porque en aquellas calles empedradas no me cupo la duda de estar ¡como no! en Jerez.

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